Según la ley no está permitida la publicidad que no se ajusta a la realidad o que puede llevar al público a la confusión, lo cual es una cuestión que tiene más miga de lo que parece. El tema de fondo es la ubicuidad del mercado, que lo convertiría en invisible de no ser por la existencia de la publicidad. No podemos ver el mercado porque está en todas partes, como el aire, pero sabemos de su presencia por la publicidad. Invirtiendo los términos y los buenos sentimientos del liberalismo económico, se trataría de que la publicidad es la mano visible del mercado invisible, porque hasta el menos avezado de los publicistas sabe que la principal función de la publicidad comercial consiste justamente en confundir al espectador, engañarlo, convencerlo de que sólo consumiendo puede ser feliz, siquiera sea aparentemente. Toda publicidad debería estar prohibida, lo cual es imposible. Esta es la razón de que los 8 días de oro y la Semana Fantástica de el Corte Inglés duren 14 días, por mencionar dos ejemplos de los más inocuos.