Este Mishima es un loquillo

Un juvenil Mishima describe, con voluptuosidad y en detalle, la excitación que le provocan las estampas de santos, por lo menos de este casto centurión y mártir de la fe, asaeteado y atlético:

 

“Tan pronto puse los ojos en este cuadro (se refiere al Martirio de San Sebastián, de Guido Reni), todo mi ser se estremeció bajo el impacto de una suerte de gozo pagano. Sentí arder la sangre y mi órgano mostró un impulso rebosante de ira. Esta parte de mi cuerpo, repentinamente agigantada y a punto de estallar, esperaba con una violencia inusitada a que la utilizara de una vez, y jadeaba maldiciendo mi ignorancia. Inconscientemente, mis manos empezaron a moverse de una manera que nadie les había enseñado. Sentí señales de algo sombrío y refulgente que subía y subía atacándome desde dentro… Y, acto seguido, una corriente impetuosa acompañada de una embriaguez llena de luz.

 

Pasó cierto tiempo y, luego, sintiéndome desdichado, miré alrededor de la mesa escritorio tras la que me hallaba. Un arce que crecía junto a la ventana proyectaba sobre todas las cosas un resplandeciente reflejo, lo proyectaba sobre un tintero, sobre el cuadro de san Sebastián. Había salpicaduras blancas como las nubes en todas partes, en el título de letras doradas de un libro de texto, en el cuello del tintero, en un ángulo del diccionario. En algunos objetos las salpicaduras resbalaban perezosamente, con plúmbea pesadez, en otros lanzaban un brillo mate, como los ojos del pescado. Afortunadamente, mi mano, en movimiento reflejo, protegió el cuadro, evitando que el libro se manchara”.

 

Yukio Mishima, «Confesiones de una máscara».

San Sebastián, de Guido Reni, 1616.

La fotografía de Eikoh Hosoe, con el propio Mishima posando atravesado realmente por flechas, 1966.

Lágrimas del cielo cayendo sobre su corazón

«Chopin parecía como ahogado en un lago; gotas de agua pesadas y heladas le caían rítmicamente sobre el pecho; cuando le hice escuchar el ruido de esas gotas de agua que, en efecto, caían sobre el techo, negó haberlas escuchado antes. Incluso le molestó que lo llamara armonía imitativa. Protestó con todas sus fuerzas –y tenía razón– contra la puerilidad de esas imitaciones por el oído. Su genio estaba lleno de misteriosas armonías de la naturaleza, traducidas por sublimes equivalentes en su pensamiento musical, y no por una repetición servil de los sonidos exteriores. Su composición de esa noche se encontraba llena de las gotas de lluvia que resonaban sobre las tejas sonoras de la cartuja, pero se había convertido en su imaginación y en su canto en lagrimas que caían del cielo, sobre su corazón…»

 

George Sand (extracto de su autobiografía Mi Vida)

Portrait of George Sand – Eugène Delacroix (1838)

Soldados rusos preparándose para la batalla de Kursk, julio de 1943

La imagen de un soldado besando una cruz es un retrato bastante famoso de los diferentes tonos de conflicto y su impacto en la humanidad. Aunque originalmente se pensaba que era una fotografía de archivo original de la batalla de Kursk, se trata en realidad de una fotografía de recreación para un proyecto titulado «Las crónicas de un corresponsal de guerra» en 2007, tomada y recreada por Shirak Karapetyan Milshtein. En palabras del fotógrafo:

«Me apresuro a señalar que no se trata de un archivo que se basa en fotografías de la Gran Guerra Patriótica de 1941-1945, es una fotografía reconstruida tomada en 2006-2007 en la ciudad de Armavir (territorio de Krasnodar). Me gustaría agradecer a todos aquellos que no permanecieron indiferentes ante las obras y experimentaron a través de ellas lo que experimenté… Atentamente, el autor Shirak Karapetyan Milshtein».

Kirk Douglas en España

Así, a bote pronto y de memoria, se me ocurre un estupendo ramillete de películas en las que participó, como protagonista o productor, nuestro homenajeado de hoy, todas ellas magníficas y un buen puñado obras maestras:

Espartaco, Senderos de gloria, Los vikingos, Un extraño en mi vida, Cautivos del mal, El loco del pelo rojo, Retorno al pasado, El ídolo de barro, Duelo de titanes, El día de los tramposos, Brigada 21, Dos semanas en otra ciudad, Los valientes andan solos, El último atardecer, El gran carnaval, Río de sangre, El último tren para Gun Hill, El compromiso, 7 días de mayo, Carta a tres esposas, Ulises, 20.000 leguas de viaje submarino, El extraño amor de Martha Ivers…

Kirk Douglas visitó San Sebastián y hasta el parque de atracciones de Igeldo en julio de 1958. Y por si fuera poco, rodó con Johnny Cash en la plaza de toros de Ocaña, en Toledo, El gran duelo, en 1970.
La filmografía de Kirk Douglas se mantiene con un espíritu tan juvenil que, para poder aparentar 102 años, no ha tenido más remedio que tatuarse patas de gallo.
Claro, él es Espartaco.