Jesús Lizano, Las personas curvas

Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas.

A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.

A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!

Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.

No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.

A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.

10 aforismos de Antonio Porchia

No ves el río de llanto porque le falta una lágrima tuya.

Quien te quiere, si te quisiera solamente a ti, no podría quererte, porque no sabría como a quién ni como a qué quererte.

Todo lo que cambia, donde cambia, deja tras de sí un abismo.

 

A veces hallo tan grande a la miseria que temo necesitar de ella.

He llegado a un paso de todo. Y aquí me quedo, lejos de todo, un paso.

Han dejado de engañarte, no de quererte. Y te parece que han dejado de quererte.

Casi siempre es el miedo de ser nosotros lo que nos lleva delante del espejo.
 
 
 
Las cadenas que más nos encadenan son las cadenas que hemos roto.
 
Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba.
 
Cuando me hiciste otro, te dejé conmigo.
 
 

La más fuerte prueba de independencia

«No quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada. No quedar adherido a ninguna patria. No quedar adherido a ninguna compasión. No quedar adherido a ninguna ciencia: aunque nos atraiga hacia sí con los descubrimientos más preciosos. No quedar adherido a nuestro propio desasimiento, a aquella voluptuosa lejanía y extranjería del pájaro que huye cada vez más lejos hacia la altura, para ver más cosas por debajo de sí (peligro del que vuela). No quedar adheridos a nuestras propias virtudes ni convertirnos en víctima de cualquiera de nuestras singularidades o pródiga liberalidad (el amor a sí mismo es una barbarie). Hay que saber reservarse: esta es la más fuerte prueba de independencia”.

Friedrich Nietzsche (Más allá del bien y del mal, aforismo 41) 

Una de Schopenhauer misógino

“El deseo de conocer dirigido a lo general se llama Wissbergier, deseo de saber; a lo aislado, curiosidad. Los muchachos demuestran lo primero;  las niñas lo segundo, pero en un grado estupendo, y a menudo con una ingenuidad repugnante. Ya en esto se ve la propia inclinación del  género femenino por el detalle y su insensibilidad por lo general”. Arthur Schopenhauer