Lisístrata proabortista

“Nuestros derechos reproductivos están siendo borrados. Hasta que las mujeres tengamos control legal sobre nuestros propios cuerpos no podemos arriesgarnos a tener un embarazo. Únanse a no tener sexo hasta que recuperemos la autonomía del cuerpo”, escribió en su cuenta la actriz Alyssa Milano, aspirando a movilizar y paralizar vaginas.

Quiero recordar un antecedente simbólico de este tipo de campañas: la comedia Lisístrata, de Aristófanes, en la que las mujeres espartanas y atenienses se unen en una huelga de sexo para que los varones acuerden la paz. De hecho, Lisístrata significa etimológicamente, “la que disuelve los ejércitos”, y en la obra las mujeres consiguen intervenir en el espacio público desde el doméstico (lo personal es político, dicen las modernas; lo púbico es público, diremos nosotros, que no transigimos con cualquier sentencia) a partir del poder que les da el sexo.

Pero si en el caso de las mujeres griegas la campaña tiene cierta coherencia, pues enfrenta actitudes contrarias, me pregunto en qué momento caerán en la cuenta las seguidoras de la huelga de lo paradójico de su postura, pues, no habiendo sexo, ¿para qué necesitarán una ley sobre el aborto? ¿Por si un tomate fecundado por un campesino italiano va a parar de rebote dentro de sus cuerpos y las deja preñadas, como en Léolo, aquella divertida (y entrañable) película canadiense, al menos en las evasoras fantasías de su protagonista?

Hasta aquí mi análisis sociológico de la jornada.

@Rafael Gonzalo

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