Nunca lloverá sobre mi tumba
Y nadie vendrá a llorar sobre mi tumba
Dibujando con versos, las sílabas de un cadáver
Que tuvo sólo, el nombre de la nada
El amor de un perro
Y las sílabas de un cadáver
Que amó la nada con las sílabas del can
Que como alguien dijo, en otra ocasión, «yo soy el hombre
Que sólo amaba a los perros», Raimond Chandler, lo dijo
Escribiendo, sobre la grupa de un caballo
Palabras sólo para los dioses
Cae mi pluma al suelo
Y se llene de cenizas mi balcón
Que tuvo sólo por nombre el espanto
Que es como una virgen contra el mundo
«Alguien se dará cuenta -Hölderlin lo dijo-
De lo redundante que es soñar visiones góticas
E incluso llegará algún día
Cuando caiga la página
En que nazca el terror de no tener
Ya nada en que babear
De tener ya sólo miedo de la vida
Y alegría de morir
Como una rata temblándome en la mano
Es pedirles a los hombres perdón por existir
Por implorar a la página desnuda como las rameras familiares
Que reptan sobre la página
Ah los hombres, los hombres huecos «The hollow men», Eliot lo dijo
Cerrando la ventana para que no sople el cierzo
Y no nos acechen los hombres, ni los muertos».
En cuanto a la tristeza como modo de venerar la libertad no libre del delirio
Diré lo mismo de otra forma porque la repetición es un señuelo casi inteligente
Ciertamente la mano polvorienta de un enano
Enseña a los hombres un pez
Significando la poesía
Que se opone bastardamente a la verdad
Que rumia aforismos en pie sobre las tumbas
Sobre las que llora el ruiseñor
Como una bruja significando el silencio
Con un vaso de placenta enemiga de la verdad
La poesía como un hombre enemigo del hombre
Azuzando a sus perros
Para que persigan la eternidad que venden los relojeros.
(Del libro inédito «Rosa enferma», que en otoño publicará Huerga & Fierro editores).