“He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”, son las incomparables palabras que escuchan como venidas del inframundo los deprotegidos oídos de Mina Harker, de soltera Mina Murray, de labios del conde Vlad Draculea, de soltero el Príncipe de las tinieblas, una de las mejores frases-hachazo que se han podido oír en una sala de cine. Pero no en una novela, porque es mérito de los guionistas de la versión de Coppola y no de Bram Stoker, pues no aparece en la obra maestra del escritor irlandés, menos romántica que la película, pero más negra que la boca de un lobo.
Océanos de tiempo y el espacio mirándose el ombligo
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