Muchos de los actuales paraísos fiscales fueron colonias británicas y antiguos refugios de piratas: Islas Caimán, Islas Mauricio, las Seychelles, las Bermudas o el mismo Gibraltar. Los Hawking, Drake, Morgan repartían sus botines y entregaban una parte a la corona de Inglaterra a cambio de protección, pues eran súbditos con patente de corso, corsarios. Hoy las grandes fortunas evaden su dinero del fisco en los mismos enclaves que sus parientes del XVI y XVII. Y también a cambio de amnistías fiscales y acuerdos, entregan una parte del producto de sus fechorías a la Hacienda de los Estados.
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Las cifras de la corrupción en España
Una de puerta giratorias
JP Morgan: “Los inversores no entran en España por culpa de la clase política, no por la crisis”
Hasta los bancos de inversión reconocen ya que mientras empresas y trabajadores han realizado un sacrificio brutal, la clase política es el gran lastre, por su incapacidad para el consenso, la falta de concreción con los ajustes y su corrupción.
“¿Cómo es posible que no haya consenso para nada entre la clase política?”, se preguntaban los clientes de JP Morgan después de haber estado en España la semana pasada de road show, invitados por el propio banco de inversión. En los últimos tiempos han pasado numerosos fondos y clientes de la banca de negocios por el país, con ganas de ver los avances y el efecto de los ajustes. El resultado es claro: la sociedad y la empresa están haciendo sus deberes, pero los políticos son un desastre total. Los del Gobierno y los que no son del Gobierno.
“Los escándalos políticos e institucionales están haciendo mucho daño a la imagen de España en el exterior”, a pesar de que el nuestro “se considera un país de lo más atractivo que hay en Europa para invertir”, sometido a un brutal ajuste “que pocas economías podrían aceptar”, apuntan en una nota interna.
“La semana pasada nuestros analistas recorrieron Madrid con inversores y comprobaron cómo la profunda recesión, el alto desempleo y la inevitable austeridad no parecen todavía estar incitando a los políticos a trabajar juntos para encontrar una solución que ayude a reavivar la confianza de los inversores”.
Sonrojante
Y añaden, con sonrojante pero meridiana claridad: “Varias regiones tiran por su lado y parecen no darse cuenta del mensaje tan malo que lanzan al extranjero. Este sería un momento muy bueno para diferenciarse de Italia y no se está haciendo. El pacto que ha firmado Peña Nieto en México es un buen ejemplo de lo que se podría hacer”.
En este sentido, la banca sofisticada (que al final, constituye el principal canalizador de inversiones ya que tiene una gran influencia en las decisiones finales) ha visto siempre con profundo desagrado los movimientos secesionistas que se empeñan en persistir. Tampoco en el plano sociológico hay gran entusiasmo por este resquebrajamiento.
Mientras el ruido político sube de tono, JP denuncia que faltan muchos avances, como la reforma energética, la limpieza definitiva de los bancos y “otras cuantas que no sabemos dónde están porque hace meses que no vemos un calendario de reformas. (…) La incertidumbre en las reformas y regulaciones son de lo peor que puede haber para el inversor extranjero”.
Para los bancos, también son un cáncer
Incluso el analista financiero de JP Morgan, Jaime Becerril, publicaba tras estos encuentros un largo informe sectorial en el que señalaba a la clase política como gran problema del sistema bancario. Su largo escrito, de 22 páginas, empezaba así: “La pasada semana estuvimos de visita por Madrid con inversores (insiste), que vieron cómo la profunda recesión, desempleo masivo e inevitable austeridad no parecen llevar a los políticos a trabajar de manera conjunta para encontrar soluciones que revivan la confianza del inversor. (…) Las luchas internas de los políticos y sus lentas medidas están dificultando las inversiones”.
Podría pensarse que JP ha tenido algún desencuentro con el Gobierno o algún político, pero no sólo son ellos los que han estado paseando a sus clientes y analizando el panorama. También la semana pasada alrededor de una veintena de fondos de inversión de Australia, EE UU y norte de Europa eran convocados por Chevreaux (el bróker participado por Credit Agricole) en el hotel Villamagna para escuchar a Álvaro Nadal, jefe de la Oficina Económica de Presidencia.
Según fuentes presentes, los inversores salieron gratamente sorprendidos por dos cuestiones: la reducción de los costes laborales unitarios y la rápida consecución de balanza por cuenta corriente positiva de la economía, que está facilitando, a su vez, una menor dependencia de la liquidez del Banco Central Europeo (BCE).
Es decir, “la sociedad ha aceptado que tocan salarios más bajos, lo que permite a las empresas ser competitivas dentro. Pero además, las compañías han salido a competir duramente al exterior.” La inversión de la curva de la balanza por cuenta corriente en apenas tres años “es un proceso más intenso que el que puedan haber tenido las devaluaciones de Solchaga”, comentaban los expertos presentes.
Sin embargo, los inversores “salieron seriamente preocupados por la lentitud de la reforma financiera, la resistencia a reducir el tamaño de lo público y el marco energético cambiante, que genera inseguridad jurídica”. Un discurso idéntico al que esboza JP Morgan, con los políticos como gran problema.
La sofisticada banca de inversión reconoce el esfuerzo de la sociedad y la dolorosa incompetencia de una clase política que es ya el principal obstáculo para la recuperación económica. Hace tiempo que la sociedad señala a los políticos como el gran mal del momento en los muestreos sociológicos. Pero que lo hagan los bancos de inversión no tiene precedente en España.
¿Qué medidas tomar?
JP no solo destruye con su discurso: “¿Qué medidas hacen falta?”, señalan en sus conclusiones. No sólo más financiación para el estado, sino “impulsar a las empresas; que son ellas y no los políticos los que tienen que crear riqueza y trabajos.” Es preciso atraer al inversor extranjero, señalan, ya que “si una cosa nos quedó clara de nuestro último viaje es que de la crisis no se sale sin ellos. Hacen falta normas más flexibles, que permitan que las empresas que no van bien se reestructuren o liquiden, pero que no se incentive el mantener negocios (i.e. ladrillo) que no funcionan durante años.”
Un discurso que parece ciencia ficción en los actuales tiempos. Los bancos citados hacían estas reflexiones desde las experiencias de la semana pasada, pero en esta, ya ha habido testimonios dolorosamente crudos sobre la talla de la clase política doméstica. Una auténtica ducha fría para la sociedad y los inversores… que, por otro lado, es lo que recomienda Arias Cañete.