Fernando Báez es una autoridad mundial en el campo de la historia de las bibliotecas e integrante de la comisiones respaldadas por la Unesco que investigaron el saqueo cultural en Irak en el año 2003, tras la invasión de Estados Unidos. Natural de Venezuela, obtuvo el premio internacional de ensayo Vintila Horia por su obra Historia de la antigua Biblioteca de Alejandría. En 2005 publicó un libro fundamental para comprender este tema, La Historia universal de la destrucción de los libros (Sudamericana-Mondadori). Transcribo una amplia selección de sus respuestas a una entrevista aparecida en el diario argentino La Nación:
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-Es un error frecuente atribuir las destrucciones de libros a hombres ignorantes, inconscientes de su odio. Cuanto más culto es un pueblo o un hombre, más dispuesto está a eliminar libros bajo la presión de mitos apocalípticos. Sobran los ejemplos de filósofos, eruditos y escritores que reivindican la biblioclastia. Descartes pidió a sus lectores que quemaran los libros antiguos. Nabokov quemó El Quijote en el Memorial Hall, ante más de 600 alumnos. En esa historia de destrucción de libros un 60% desaparece por destrucción voluntaria.
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-Tras el saqueo de la Biblioteca Nacional de Bagdad desaparecieron, entre otros textos, ediciones antiguas de Las mil y una noches, de los tratados matemáticos de Omar Khayyam, los tratados filosóficos de Avicena (en particular su Canon), Averroes, Al Kindi y Al Farabi, las cartas del Sharif Hussein de La Meca, textos literarios de escritores universales, manuales de historia sobre la civilización sumeria… El secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, a manera de excusa ante estos hechos, comentó que «la gente libre es libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse».
-La destrucción de libros opera como un programa de intimidación y confusión. Hay que insistir en que el patrimonio cultural impulsa un sentimiento de afirmación y pertenencia, puede afianzar o estimular la conciencia de identidad de los pueblos en su territorio, lo que permite resguardar acciones culturales propicias a la integración. Y como el patrimonio es, etimológicamente, «lo que recuerda al padre», el ataque contra el patrimonio enfrenta a una sociedad con su orfandad más contundente.
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-No creo que se trate de ignorancia, como suele pensarse. Mi tesis es que destruyen libros los que reconocen la importancia de los libros. Los biblioclastas saben que, sin la destrucción de los libros y documentos, la guerra está incompleta, porque no basta con la muerte física del adversario. También hay que desmoralizarlo. Sin destruir los libros no se termina de ganar la guerra. Y una táctica frecuente consiste en suprimir los principales elementos de identidad cultural, que suelen ser los que más valor proporcionan para asumir la resistencia o la defensa.
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-Confieso que he pasado más de doce años investigando este asunto, y cada vez tengo más preguntas que respuestas. Si hay algo que me llama la atención, es que la relación memoria-pasado-persistencia condujo a que se considerase que la destrucción de la memoria era, sin lugar a dudas, un ritual complejo de regeneración, que se contiene en los mitos del Fénix y en el de Eróstrato: aniquila quien quiere perdurar. Los asesinos de la memoria parecen tener claro que, como lo advierte George Orwell, quien controla el pasado, controla las opciones futuras.
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-Sin memoria la cultura se vuelve superficial y ornamental. La memoria es la columna vertebral de la cultura y de la supervivencia. En América latina, el problema central es el exceso de expolio, destrucción, censura y negligencia cultural. Lo cual ha traído como consecuencia que cualquier intento de revitalizar la memoria todavía produzca la sensación de ser un retorno al pasado. Y si hay algo que teme el latinoamericano es el pasado, porque es demasiado doloroso. El olvido es el que determina la paz de nuestras naciones.
-En estos tiempos, la lectura no es un rasgo de mera erudición, sino de ciudadanía activa. Es imposible el ejercicio de la democracia con analfabetismo y desinformación. Sin el derecho a la información, que es un derecho humano, no hay un verdadero proceso democrático. Una biblioteca pública tiene gran importancia, porque puede fomentar la participación comunitaria en debates fundamentales para la transformación política y económica de una nación. Por eso es que el actual descuido en que se encuentran las bibliotecas públicas, las bibliotecas rurales y las bibliotecas populares resulta tan contradictorio y perverso.
-En este sentido, uno de los grandes peligros en los países americanos está en el saqueo del patrimonio arqueológico. Hay que tener mucho cuidado porque existe un gran tráfico ilícito en México, Ecuador, Perú, y cada día ese tráfico aumenta. Además, si uno ve las bibliotecas populares y el estado de negligencia, numerosos libros del siglo XIX corren peligro debido a la falta de presupuesto para crear laboratorios y conservar esos textos. Es posible que, en América latina, los libros del siglo XIX desaparezcan en el siglo XXI.
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-A nivel simbólico, la destrucción de libros más impactante es la de la Biblioteca de Alejandría, porque fue una metáfora del conocimiento. Allí estuvo, de alguna manera, resumido el pensamiento platónico y aristotélico, todo el mundo griego, la filosofía, la ciencia, la literatura. Su destrucción supuso más que la desaparición de una infraestructura. Fue un acontecimiento devastador de una civilización. La segunda destrucción, que tiene más fuerza porque la presencié y está documentada por la observación en el terreno, fue la destrucción cultural de Irak. Ambas son comparables. El objetivo es la transculturización y se cumplió.
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-La Unesco ha tenido un papel fundamental en la protección del patrimonio cultural. Con el tiempo, será el único soporte institucional para pensar, en el largo plazo, en la cultura iraquí, por ejemplo. El problema esencial es precisamente el ingreso de Estados Unidos, después de abandonar la Unesco en los años 80, durante la presidencia de Reagan. Ese reingreso no es gratuito. Bush quiso evitar cualquier tipo de sanción habida cuenta de que la Unesco es la única institución internacional que vela por el patrimonio cultural mundial. Y tiene en sus manos la posibilidad de sancionar penalmente a cualquier persona involucrada en actos contra esa protección. Fue muy inteligente, porque ha logrado insertarse en los procesos de estudios de la destrucción cultural de Irak y se están manipulando numerosos hechos aberrantes que suceden en ese país.
Fuente: Diario La Nación