Los cronistas de la época nos dan una imagen detallada de su aspecto físico y su carácter. El historiador Hernando del Pulgar en su “Crónica de los Reyes Católicos” describe así a la reina Isabel:
“Esta Reina era de comunal estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, muy blanca e rubia; los ojos entre verdes e azules, el mirar gracioso e honesto, las facciones del rostro bien puestas, la cara muy fermosa e alegre. Era mesurada en la continencia e movimientos de su persona; no bebía vino; era muy buena mujer, e placíale tener cerca de sí mujeres ancianas que fuesen buenas e de linaje. Criaba en su palacio doncellas nobles, fijas de los Grandes de sus Reinos, lo que no leemos en Crónica que hiciese otro tanto otra Reina ninguna. Facía poner gran diligencia en la guarda dellas, e de las otras mujeres de su palacio; e dotábalas magníficamente, e hacíales grandes mercedes por las casar bien. Era muy cortés en sus hablas.
Guardaba tanto la continencia del rostro, que aun en los tiempos de sus partos encubría su sentimiento, e forzábase a no mostrar ni decir la pena que en aquella hora sienten e muestran las mujeres. Amaba mucho al Rey su marido, e celábalo fuera de toda medida.
Era muger muy aguda e discreta, lo qual vemos pocas e raras veces concurrir en una persona; hablaba muy bien, y era de tan excelente ingenio, que en común de tantos e tan arduos negocios como tenía en la gobernación de sus Reinos, se dio al trabajo de aprender las letras latinas; e alcanzó en tiempo de un año saber en ellas tanto, que entendía cualquier habla o escriptura latina. Era católica e devota; hacía limosnas secretas en lugares debidos; honraba las casas de oración; visitaba con voluntad los monasterios e casas de religión, en especial aquellas do conocía que guardaban vida honesta; dotábalas magníficamente. Aborrecía sortilegios e adivinos, e todas personas de semejantes artes e invenciones. Placíale la conversación de personas religiosas e de vida honesta, con las cuales muchas veces había sus consejos particulares…. Era muy inclinada a hacer justicia, tanto que le era imputado seguir mas la vía de rigor que de la piedad; y esto hacía por remediar a la gran corrupción de crímines que falló en el Reino cuando subcedió en él. Quería que sus cartas e mandamientos fuesen complidas con diligencia.
Era mujer de gran corazón, encubría la ira, e disimulábala; e por esto que della se conocía, ansí los Grandes del Reino como todos ellos los otros temían de caer en su indignación. Era muy trabajadora por su persona. Era firme en sus propósitos, de los cuales se retraía con gran dificultad”.